miércoles, 12 de diciembre de 2012

Mi pequeño.

Esta entrada está únicamente hecha para hablar de él y de nuestro trece.

Hoy en día, él es lo mejor que tengo, por muchos kilómetros que haya de por medio.

Empezemos por el principio, por nuestra historia:
Antes, solo éramos amigos. Pero no amigos normales, no, sino de esos entre los que hay algo especial, pero ninguno de los dos se da cuenta hasta que pasa algo de tiempo. Nos llevábamos bien, pero eso de de ser pareja ni se nos pasaba por la cabeza. Nos tirábamos horas hablando por teléfono. Un día, la cosa empezó a cobrar sentido, con tonterías como "-Te dejo, que tengo que hacer cosas. +No me dejes, que esta relación tiene futuro." y así. Eran solo eso: tonterías. Algo dentro de nosotros vibraba, pero ni nos dábamos cuenta. Con estas pequeñas tonterías, empezaron a brotar en nuestras cabezas ralladas. Nos dimos cuenta de que realmente nos gustábamos. Es gracioso, porque nos tuvimos que dar cuenta pensando, incluso después de haber empezado a sentir esas cosas "especiales". El veintisiete de agosto, fue este día qur os digo, en el que nos dimos cuenta dr que nuestra felicidad dependía del otro. Un trece de septiembre, las cosas por fin cambiaron. En ese momento, estábamos llenos de miedo. Miedo por la distancia. Miedo a perdernos. Miedo a que saliera mal. Miedo a sufrir. Aún así, empezamos a salir.

Hoy, justo hoy, vuelve a ser trece. Hace tres meses de esto y no podemos ser felices separados. Nos hemos fumado la distancia una vez, y dentro de poco lo volveremos a hacer.

Y bien, ¿cómo es él? Pues es genial. Mi vida gira entorna a él. Dicen que no es bueno depender de una persona, pero siendo él, no me importa. Si llora, yo lloro. Si ríe, río. Él es esa personita por la que me levanto sonriendo cada día. Os contaré un secreto: él es increíble. Me cuida muchísimo. Se preocupa porque siempre esté bien y por que sonría. Lo siento, no vais a encontrar algo mejor, porque lo mejor es él.

Desde ese trece hace tres meses, mi vida ha cambiado mucho. Ahora veo las cosas de otra manera. Nada es capaz de hundirme. Si lloro, es porque lo necesito, pero tengo más fuerzas que nunca, porque sé que le tengo ahí. Los días ya no son simples días que vivir, sino que son pequeñas pruebas en las que disfrutar cada vez más, son una espera que me lleva a verle y estar con él. La distancia es dura, sí, no lo niego, pero si él está detrás de esos 275 kilómetros, lo demás me da igual. Nuestra relación no se va a romper por unos tontos kilómetros que nos separen. Y, ¿sabéis qué? Por muy lejos que esté, yo le siento cerca, conmigo. Es difícil no poder abrazarle y besarle cada día, pero no importa, porque podemos con eso y mucho más. Los kilómetros no cambian nada. Joden, pero no cambian lo más mínimo.

Decir que él es lo que más amo en el mundo, y aunque solo sean tres meses ahora mismo, en un futuro, serán muchos más.

~Un tiempo prolongado elevado al infinito~

El amor puede con todo, y lo estoy comprobando. Él es mi pequeño perfecto, la cosa más bonita. Él... él es mi sonrisa.

Gracias por este tiempo a tu lado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario