Entoncés ella se sentó en el sillón, réndose muy fuerte y con muchas ganas. Llamaron a la puerta. Su amiga, al entrar en su casa, la vio llorando y con una sonrisa en la cara. La amiga, preocupada y a la vez extrañada, preguntó por sus lágrimas. Ella, sin parar de reírse, respondió: «Es él, que me hace la chica más feliz del planeta». La amiga, al escucharlo, sonrió y la abrazó. Entendió que no tenía mejor forma que expresar su felicidad que llorando y sonriendo a la vez.
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